Antología poética El laberinto ante mí (1991-2016) de Jesús Lara Sotelo
Un poema es una especial representación del mundo interior. No es una declaración o una crónica, un documento o un programa, un aval o una solicitud.
Un poema genuino es un singular tejido de imágenes que retrata con suma eficacia la vivencia personal. Se deben retratar vivencias colectivas, pero solo cuando han sido altamente personalizadas.
Para un poeta verdadero se encuentran muy bien contrastados los siguientes términos: individuo, masa, comunidad, persona. Sabe que, para la poesía, siempre triunfa lo unitivo.
Pero no lo unitivo fuera de la persona. A través de la persona es que la poesía representa al individuo y la comunidad. La poesía no es nunca masa, porque en la masa como tal no hay personas.

Hoy, en el mundo, una poderosa fuerza planetaria macera a su paso comunidades y personas. Aspira, como en una pesadilla morbosa, a que todo sea masa. Lo está logrando, pues está compactando todos los deseos cotidianos hacia la misma dirección.
A veces, en algunos productos artísticos, bajo las falsas bengalas de la transgresión y la modernidad, uno capta esa sensibilidad masiva con que sueña, cada vez con mayor éxito, esa alienante fuerza planetaria.
Produce mucha tristeza ver el manejo arrasador de las rebeldías, que en muchas ocasiones acaban en una grotesca obediencia. Vivimos una época en que pocos artistas muestran una legítima soberanía espiritual.
La poesía es uno de los pocos reinos donde se ofrece hoy una verdadera resistencia. No en todos los poemas que se ven circular, ni en la siquis de todos los poetas en ejercicio. Pero la poesía es, por su propia naturaleza, una dignidad acariciada íntimamente.
Volvemos al principio: es la representación imaginal del mundo interior. Se centra en una vivencia altamente personalizada. Vale decir, funde la comunidad y el individuo, y se encuentra en permanente rebeldía contra todo intento de homogeneización intencionada.
No solo en términos extrartísticos, sino también, y sobre todo, en términos artísticos. El arte es un campo donde actualmente gozan de prestigio abundantes supersticiones. Pero la poesía auténtica prefiere el silencio a la algarabía controlada del éxito.
La poesía hoy, en cuanto arte, tiene una gran tarea: cuajar su soberanía instrumental, y no encandilarse con los relumbrones que ofrecen como la vía más avanzada, falsos profetas, obedientes transgresores.
Hay que decir también que la poesía es un arte muy difícil. En la poesía, como problema, se funden muchas variables a tener en cuenta. La sencillez de la poesía es de una complejidad extraordinaria. El poema expresa, bajo una coherencia y una vehemencia asombrosas, esa inextricable fractalidad.
Por eso, todo poeta verdaderamente responsable solo socializa sus mariposas más sutiles y no todos sus minotauros elementales. Cada libro de poesía debe ser, intrínsecamente, una antología. Un poeta es siempre su primer lector, y su primer crítico, y su primer antólogo.
Claro está, ha de realizar pruebas receptivas a discreción, para saber con un poco más de certidumbre qué piezas han de terminar realmente en el conjunto. Por eso, desde siempre, los que saben han aconsejado colocar una distancia prudencial entre la realización y la publicación del poema.
Los verdaderos poetas tienen instinto vocacional, y descubren por sí mismos las maneras, las prácticas, los discernimientos necesarios. Han acumulado competencias ocultas para la materialización de lo que tanto aman.
Jesús Lara Sotelo ha sedimentado muchas destrezas en silencio. Sus composiciones, fraseadas más que versadas, se sustentan sobre asociaciones imaginales, en las que exhibe sus aciertos más notables. Esas conjunciones representativas las busca con preferencia en el imaginario imperante, en los cursos globales de la sensibilidad y de la información.
Roberto Manzano. 2016
Aunque a través de muchos años ha conservado semejantes recursos de configuración del poema, su identidad humana posee una alta complejidad, y hay en el sustrato de su imaginación una evidente dinámica de identidades.
Ese movimiento se torna visible, no tanto en la enunciación, con cierta estabilidad en el tiempo, generada por su modelo interior de qué es un poema, sino en la relación del sujeto lírico con la realidad y los seres humanos, en que se funden con vigor sus accidentes biográficos y sus proyecciones mentales.
Como en todo poeta, algunas de sus piezas refractan con mayor eficiencia que otras ese complejo mundo interior. Pero en todas hay siempre decoro artístico y la presencia de una manera particular de ver la poesía y desplegar su lenguaje característico.
Así que el lector se encuentra frente a un conjunto de interesante singularidad, donde podrá encontrar no solo los vectores vivos de una persona, sino también las dimensiones y señales de una época en que la poesía debe jugar un papel importante de espejo implacable y de pértiga ansiosa de horizontes.
Párraga, mayo de 2016
