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Hablando de adicciones, de debilidades, de vértigos, de torturas interiores. Hacia 1992 la paleta se ensombrece, la textura se hace áspera. Una nube negra atraviesa la mente y el sentimiento del artista, y las obras no cesan de revelar ese desconsuelo, ese tormento. No soy biógrafo de vocación, no me gusta hurgar en la vida personal de la gente, el chisme y el cotilleo me importan nada –tal vez porque no soy curioso-; pero valdría que alguien emprendiera un cotejo entre el cambio de tono, de sesgo, de expresión, en el arte de Lara, y los accidentes de su propio aprendizaje como hombre.
La serie Catarsis y otras alucinaciones tiene un acento goyesco que rompe la tendencia al geometrismo de algunas de las obras anteriores y permite que la gestualidad informalista reine por bastante tiempo. El código se vuelve abrumadoramente expresionista, y pareciera que el artista no puede renunciar, en adelante, a la asunción frontal y definitiva de las emociones. (Rufo Caballero, 2009.)