Symbol, Moon, Prayer, False

Unlike his pictorial work, ceramic production in the work of Lara Sotelo is practically unknown. It is worth remembering that this discipline currently remains under the shadow of decorative arts and crafts, not without wanting to uncover prejudices that try to displace it from the place it deserves within the contemporary artistic scene.
Sotelo’s ceramic production consists of three fundamental periods. The first is from 2006-2008 and is characterized by exuberant colors and the use of different types of materials, pieces of glass, silicone and other inlays.
Each piece consists of a visuality that is very in tune with the plastic work that Lara does at that time. The fillings in the textures, the diversification of color and the mystical atmospheres that enroll the appreciation of an uninformed spectator, transfer to ceramics this stage in which the treatment of the landscape was already passing and then began to work again on abstraction. . This transition between one genre and the other is what generates the spatial arrangement that is loose and carefree at times, and at other times narrow and constricted that, like blobs in relief, convey a sensation of freshness to the pieces without losing their refinement or lyricism.
The clay, even glazed, does not lose its earthy tone and at the same time preserves that malleable texture on which the artist applies the shape he wishes to obtain with his hands. It is not that the final result is changeable, but rather that the intention is the permanence of the reliefs in the mass, the aesthetics of the unfinished product, as if the process lasted so long that it could undergo infinite mutations.
The value of this stage of ceramics in Lara lies beyond the finished product. They are pieces that respond to a ritual process of invoicing where clay, chromatic oils and burning embers shape the reservoir of images in an abstractionist intensity that threatens an explosion of constrained emotions.

 

A diferencia de su obra pictórica, la producción de cerámica en la obra de Lara Sotelo es prácticamente desconocida. Valga recordar que esta disciplina permanece en la actualidad bajo la sombra de las artes decorativas y la artesanía, no sin querer destaparse de prejuicios que intentan descolocarla del lugar que merece dentro del panorama artístico contemporáneo.
La producción cerámica de Sotelo consta de tres periodos fundamentales. El primero es el de los años 2006-2008 y se caracteriza por un exuberante colorido y por la utilización de materiales de diferentes tipos, piezas de cristal, silicona y otras incrustaciones.
Cada pieza consta de una visualidad muy en sintonía con la obra plástica que Lara realiza por esos tiempos. Los empastes en las texturas, la diversificación del color y las místicas atmósferas que enrolan la apreciación de un espectador no avisado, traslada a la cerámica esta etapa en la que ya iba de pasada el tratamiento del paisaje y comenzaba entonces a trabajar de nuevo la abstracción. Este tránsito entre uno y otro género es el que genera la disposición espacial por momentos suelta y desenfadada, otras veces angosta y constreñida que a modo de manchas a relieve transmiten una sensación de frescura a las piezas sin perder su refinamiento o lirismo.
El barro, aun esmaltado, no pierde el tono terroso y conserva a la vez esa textura maleable sobre la que el artista aplica con sus manos la forma que desea obtener. No es que el resultado final sea cambiante, sino que la intención es la permanencia de los relieves en la masa, la estética del producto inacabado, como si el proceso se prolongara tanto que pudiera padecer infinitas mutaciones.
El valor de esta etapa de la cerámica en Lara radica más allá del producto terminado. Son piezas que responden a un proceso ritual de facturación donde arcilla, aceites cromáticos y pavesas ardientes dan forma al reservorio de imágenes en una intensidad abstraccionista que amenaza con un estallido de emociones constreñidas.