Por: Lina de Feria
Fotos: G. Blasky Studio
La múltiple categoría de crear pintura, instalaciones, objetos, cerámicas, fotografías, coincide con la ruptura de los esquemas.
Estamos dentro de un universo-isla, y el hombre encristalado destruye cualquier clase de encierro o encadenamiento. El óleo estalla, la Canon se incendia. La agrupación o conjunto de resultados tiende a ser de una particularidad genuina. Vemos lo no visto, se engrandecen y se alargan los límites de la belleza. No hay desbordamiento, es la flecha en la Diana. De pronto, el cielo nos es preciso, a pesar de que su inmensidad nos sobrepasa. El pintor está “barbullando en la redoma”, y emocionalmente hay gotas de visionario en cada paletada de aceite, en cada ciclo del barro ornamentado, en cada imagen captada por la cámara.
Jesús Lara alcanza la mítica, el recurso del vikingo en el agua y con fuego. No se trata de paradigmas, sino de singularidad. El camino ha durado años: el niño de cuatro años entendía los colores. Las prisiones desaparecen y hay un enaltecimiento del libre albedrío. La libertad es mucha porque casi todo es posible: Ingmar Bergman ha levantado el séptimo sello, y se canaliza un devenir de instantes en los que la variación no es más que la orden en la pupila de Jesús Lara.

Tráfago. Óleo sobre tela. 60x80cm. 2000
Así empieza Tráfagos y el inocente verde de los árboles esponjea de cromatismo a tal punto que el árbol se proyecta con júbilo de suerte perfecta. El color no palidece sino abrillantando la imagen se realiza una nueva entidad. La belleza lo incluye Boscoso, Íntimo, el entrecruzamiento de lo que respira aunque anda.
Grandes trazos que implican un singular movimiento por donde puede llegar la animalidad y la existencia. Se pueden notar hasta las rugosidades del árbol. Todo es una aventura a la gradación del color, al enlace con la naturaleza viva.
Antes, en el año 91, Carne de cañón con una fina línea del desnudo que no es idílico sino soñado. El color terracota pondrá el intenso dramatismo del momento captado. Luego viene el otro, coloreado, como estallando en simples fluencias.

Carne de cañón. Óleo sobre tela. 88x100cm. 1991.
La creación es una voraz centrífuga en las proyecciones de Lara. Es óleo de vida, óleo de olor, exactitud de la belleza. Transido por las más diversas formas los contrastes del color en su pintura llevan al rejuego interior por las vertientes de los significantes.
Los bodegones parecen espacios cubistas en los que no deja florecer una imagen que resulta introyectada por la mirada punzante del que observa.
El florero maldito posee la mutación de un Lovecraft. Jesús Lara no puede detenerse: fluye como las contracorrientes buscando los súper signos de la vida, el sentido mismo de la existencia.

Florero. Óleo sobre tela. 100x80cm. 1989.
Una pintura que propone cuerpos, A la vuelta del instinto, supedita el color a la forma. El idioma sígnico adquiere una idiosincrasia que es solo sanguínea. Lara lo medita. Está proponiendo cuerpos y los blancos se intercalan en los grises creando lo escultórico, a la vez que abstracto.
Las pinturas superan a los títulos. Siempre ha sido difícil el uso del blanco pero, con Lara, vemos el hilo de Ariadna, en una utilización fascinante del blanco. Todo está dispuesto para “salirse” del cuadro, pero ahí está, justo en la medida de la ficción, dejando el hálito en los costados.
Lara concibe la pintura con metodología intuitiva. No es la belleza puritana, determinada por una impolutidad.
Lina de Feria (Santiago de Cuba, 1945) Poeta y ensayista cubana. Graduada de Licenciatura en Filología en la Universidad de La Habana. Recibió el Premio David, en 1967 con el libro Casa que no existía, compartido con Luis Rogelio Nogueras. En 2008 obtuvo el Premio Nicolás Guillén, convocado por el Instituto Cubano del Libro y la Editorial Letras Cubanas, por su libro Ante la pérdida del Safari a la jungla.
*Publicado en el poemario Lina de Feria y Jesús Lara Sotelo: A dos manos (Colección Sur Editores, 2016)
Referencias y enlaces a su obra:
http://www.lajiribilla.cu/articulo/noches-mas-largas-que-esta-noche