Por: Jorge Rivas Rodríguez
Foto: G.BlaskyStudio
Para el reconocido creador de la plástica y de las letras insulares, Jesús Lara Sotelo (La Habana, 1972), el universo posee un ritmo que se relaciona con el movimiento. No tiene comienzo ni fin, es eterno, se nos escapa y se expresa mediante fuerzas comprometidas con lo divino, o sea, con nosotros mismos.
Y es que la apasionada vida artística de este prolífico artífice corrobora una vez más que es posible cultivar con total éxito la poesía a través del estudio de la pintura y la escultura, o ejercitar ambas expresiones después de haber llegado a ser poeta. Y tanto más, desempeñar los dos oficios al mismo tiempo.
De formación autodidacta, este osado creador de las artes visuales (pintor, escultor, ceramista, fotógrafo, diseñador gráfico), poeta y escritor, explora sus posibilidades comunicativas, para establecer un trascendente diálogo entre expresión y construcción ideoestética, del cual surgen sus realizaciones artísticas que fluyen desde las esencias del hombre y la naturaleza como misterios cósmicos percibidos a través de su lírica composición con palabras o con diferentes técnicas de las bellas artes. Prolífera interpretación espiritual que le permite exponer distintos sentidos apreciativos de la realidad.
Esa compleja diversidad intelectual resulta difícil de abarcar en breves palabras, motivo por el cual quisiera centrarme en el ejercicio de Lara en lo concerniente a la pintura y la escultura.
Sus iconografías poseen marcado carácter expresivo. Se trata de pinturas —de medianos y grandes formatos— que sobresalen por la presencia de corrientes densas de pigmento, en ocasiones mediante el empleo de pinceladas gruesas con las que logra resultados profundamente evocadores e intensos. Por su carácter expresivo, son obras que comulgan del espíritu romántico para crear ambientes que muchas veces se mueven entre la figuración y la abstracción, y ofrecen una visión plástica que marca, en el tiempo, la unión y simbiosis del hombre con la naturaleza. Otros trabajos pictográficos revelan el oficio del dibujante-pintor, como en su pieza titulada Más allá del bien y del sincretismo, retrato del maestro Cobas, en cuya realización (técnica mixta) hay un magistral uso del carboncillo, el acrílico, la tiza y el óleo.
Su interpretación artística de la vida, igualmente trasciende a las esculturas, percibidas, a primera vista, como figuras abstractas. Sin embargo, una mirada más atenta reconocerá la verdadera intención del discurso plástico, el cual igualmente penetra enjundiosos caminos de la existencia humana y la compleja interrelación con su cosmos (la cultura, la sociedad, las máquinas, la religión, el medio ambiente…).
En tal sentido, las tesis de estas piezas trasmiten una ingente pluralidad, la cual debemos de buscar entre figuraciones reducidas a la despersonalización, a la similitud, a la estandarización de un estilo convincente. La ilustración del lenguaje expresivo se vale de diferentes recursos —ruedas dentadas, piezas o partes de maquinarias pequeñas, tornillos, clavos…— que de alguna manera intervienen o han intervenido en la trayectoria evolutiva del hombre y son reciclados o metamorfoseados a través de la ingeniosa imaginación del artista, tan fértil como la perdurable sentencia de Diderot (1): “Toda obra de pintura o de escultura debe ser la expresión de una gran máxima, una lección para el espectador, sin la cual es muda”.
Lara convierte lo difícil en arte. Y lo hace como algo natural, como comer, cantar o bailar. Escribir o recrearse en disímiles expresiones visuales son ejercicios naturales en la vida de este artífice, quien se centra en la pintura y la escultura, tanto como en la poesía, la narrativa y los aforismos con la economía del genio.