Sobre Poemas en Berlín
Por: Alberto Marrero
Foto: GBlaskyStudio
Escrito en su teléfono celular durante una visita a Berlín, el poeta recoge sus impresiones de calles, museos, plazas, monumentos, árboles, ríos, etc. Nada escapa a su mirada, ora incisiva, ora de un lirismo sin excesos. De la mano de amigas o amante, recorre la ciudad proyectando su subjetividad en las cosas, viendo en las cosas y en las caras de apacibles transeúntes o emigrantes. Libro de viaje, pero también de revelaciones que no dejarán indiferente al lector.
V
Mirando hacia las aguas del río Spree, veo en la orilla una rana. Es la primera que veo en esta antigua ciudad que un grupo de mujeres (trummerfraun) limpiaron de escombros y cascotes de bombas. Todo parece tan simple como la humedad donde vive el anfibio y la superficie del alma agitada por una brisa primaveral. ¿Acaso el abismo es equivalente al área del Ser? No toda deducción es comprensible. Quisiera abrir un hueco en el lodo negro y esconderme un rato.
X
Nos vemos en la Puerta de Brandeburgo. Te abrazo como si fuera un redentor con un boleto de avión en el bolsillo. Te hablo del imperio de los galápagos y de otras curiosidades que me vienen a la cabeza. Volar fue un sueño compartido con Da Vinci y Lennon. Volar es bueno para los riñones y el asma. Ahora cualquier novedad es buena para no morir tirado en una cama de hotel de tercera clase. Algunas veces lo mejor resulta una huella que la nieve oculta o un pelo abandonado en el cielo. Menos mal que mi madre me previno de la felicidad. Menos mal que tengo un boleto contra el vértigo y que nos hemos encontrado ante la enorme puerta que alguna vez cerró esta ciudad.
XI
Anoche soñé con un camello muerto. Tenía sed, mucha sed, eso lo supe enseguida que vi los ojos del animal, que eran los míos. Misterio de la sed en la memoria. La agonía no se resuelve con unas monedas (ojalá la tecnología no caiga como las monedas). Toqué tu hombro varias veces para que me socorrieras, pero tú no creíste que bajo la noche de Berlín alguien pudiera necesitar auxilio. Eso dijiste en tu lengua gutural. ¿La arena es el lugar perfecto para ocultarse?, te pregunté.
XVI
Mi cabeza es una caja fuerte: nadie entra sin contraseñas. Nadie la puede forzar. Esto podría asemejarse a una declaración de principios. Yo nunca sueño y, pese a ello, anoche soñé contigo. Recuerdo que te quitaba la piel para defenderme del frío. El frío siempre me ha hecho daño. La escena era sucia y Ernst Hoffman se reía en una esquina del cuarto.
XVII
¿Cómo describirte una guanábana? Lo que más te impresionó fueron las espinas carnosas. Un camuflaje, una metáfora natural, te expliqué. La guanábana es una fruta que hay que comer en tardes sin explorar, en sitios donde la vista y el tacto no alcanzan para entender la extraña nieve del trópico, su contagiosa paz.
XVIII
Dicen los poetas que los pintores somos burbujas de poder. Debajo del ave que nada hay un rítmico pataleo que apenas se nota en la superficie del agua. He meditado sobre las diferencias de nadar en una bañadera y en mar abierto. Las burbujas son cápsulas de aire que al final explotan. No los culpo, yo he sido rentable con el pincel y visible con un puñado de metáforas. La diferencia estriba en que ignoro el poder que aparece con las burbujas.
XXIV
En un viejo apartamento de Berlín limpias los restos de semen del sofá. El amor deja huellas, te digo con la libertad pasajera de las hojas. Menciono las hojas porque el otoño es eso: un sinfín de hojas doradas que huyen hacia un destino incierto.