por: Adis González Sánchez
«Un libro tiene que ser el hacha
que rompa nuestra mar congelada».
frank kafka
La simultaneidad de recursos empleados con eficiencia y la variedad temática impiden generalizar al emitir un juicio sobre el poemario ¨Trece cebras bajo la llovizna¨ pues se pecaría de superficial. Este motivo impulsa a escribir pequeños ensayos que, en su totalidad, intenten estampar un análisis del discurso poético.
El poemario, como texto, es la búsqueda de una individualidad, deudora del amplio caudal cultural de su autor. Un gran porciento del libro está signado por notas al pie que viajan desde la historia cultural de la humanidad hasta la voz íntima de un lenguaje propio como huella de las propias rutas por las que han transitado los saberes del poeta. Sintético y directo es el mensaje que nos trasmite el sujeto lírico de la acción poética cuando se pasea por las angustias, los anhelos, los instantes de dicha y de infelicidad.
Desde la cultura y la geografía diversas el poeta logra anclarnos en debates contemporáneos, utiliza efectivamente el leitmotiv de la «isla» como recurso literario y el empleo de la segunda persona como herramienta del discurso. En ¨Desarraigo¨ queda clara la agonía del sujeto moderno abrumado, la cual es manifestada a través de la locura, recurrente también como instrumento literario empleado para tratar estos tópicos. Con argumento lírico, y como escenario un hospital siquiátrico, el hombre del pie equ/ino, ubicado en el piso siete expresa:
Mire usted, soy descendiente de Nietzsche, Rimbaud,// Safo, Séneca, Gandhi, Garcilaso de la Vega// y quizás también de Tolstoi.// El hombre del pie equino calla y un hilo de baba// corre por su barbilla hasta gotear sobre la sábana blanca// En el piso siete, cama dieciséis, el siquiatra lo escucha// repetir que no soporta las islas ni la maldad de los fiscales,// aunque tampoco la soledad del invierno.
Un tópico trascendente en el libro es el relacionado con el contexto sociocultural actual. En su propuesta ¨Experto¨, las dos primeras líneas del poema están apoyadas en una sucesión de sustantivos y verbos que delatan cómo alguien se siente orgulloso porque ha puesto un piercing. De manera sencilla, y trasladándonos hasta los patrones estéticos de la denominada poesía coloquial, puede entenderse su interés por ubicarnos en algo aparentemente intrascendental:
Guantes, escalpelo, corten, algodón, puncen,// higienicen, mantengan seca la zona,// limpien las heces, de nuevo escarpelo, perforen,// suturen, hemos acabado, la operación ha sido un éxito.
Así, desde un escenario de hospital y un quirófano, Lara insiste en un diálogo lírico para el cual se vale del empleo de la segunda persona.
Un debate social otro se asoma a las páginas de esta marcha, la temática homoerótica ha sido ubicada a partir de crisis económica, explotación y racismo. Al respecto léanse algunos versos de ¨Viaje´:
La homofobia no depone sus armas// y el producto interno bruto crece// pero reduce bocas, doblega espaldas.// De Europa a Norteamérica viajé// con una escandinava buscando turismo racial.// Un caucásico con dreadlocks me ofreció cannabis,// Y entonces vi a Bob Marley escalar monte arriba// como el cimarrón que nunca dejó de ser tarareando un reggae reflexivo.
Un tono epigramático también gravita en estos poemas, ello no es nuevo en el constructo literario de Lara; lo hizo en ¨Domos magicvs¨ y es evidente que tal síntesis se ensancha con la historia del arte universal: los centauros, Rubens, Ovidio, Dánae, César, Freud, Egipto, Garibaldi, Mao, Estambul, Stanislavski, etcétera. Nos parece como si a Lara el mapa del mundo le pareciera poco y al unísono como si quisiera revelarnos el énfasis identitario de su cubanía. Es un viaje, sí, no solo en el que figuran las experiencias del sujeto lírico a través de su peregrinar por el mundo, sino que explora el horizonte de expectativas del autor. Rompe con la maldita angustia del canon, la famosa teoría de ¨La angustia de las influencias¨, de Harold Bloom, donde los clásicos y las lecturas incorporadas al pensamiento no dejan nacer al novísimo escritor. El poeta invita a explorar los propios horizontes, navegar en la lectura medida y detenida para comprender aquello que queda detrás del cuidadoso vocabulario con cada poema. Ciertamente, como prologó Alberto Marrero, Lara «rompe el límite de su capacidad» y queda detrás cualquier temor. Hace algunos años Rufo Caballero lo nombró, antes que pintor, escritor o escultor, un filósofo, y la gnosis lo hace crecer para que podamos recibir un poemario como ¨Trece cebras bajo la llovizna¨. La angustia desaparece, y la influencia logra tal profundidad en el escritor que la hermética caja fuerte se rompe. La sabiduría, como los primeros rayos de la aurora, busca el cielo, caelus limitem est.
Un poema como ¨Kenia¨, que aparentemente nada tiene que ver su nombre con los primeros versos, ni estos con los últimos, hace gala de ese «romper con los límites» que refiere Marrero. Salvador Redonet nombró una de sus antologías: Los últimos serán los primeros y aunque refiere otro contexto cultural, este título retumbó en mi mente; los últimos versos son la verdadera historia, los primeros que recordaremos, el golpe de gracia para entender por qué escribir en estas páginas sobre Los Beatles, los estudios Apple, Lam o Quintín Banderas. En ¨Kenia¨ el autor no usa la ironía como recurso estilístico, sino que demuestra cómo la realidad es, más allá de irónica, corrosiva. Coexisten de manera eficaz la década prodigiosa, la estética de Lam, el imaginario político cubano y el dolor, frente a manifiestos actos de segregación:
En el tejado de los Estudios Apple, los Beatles cantaron// Bésame mucho.// En la Habana, veinte años antes, Lam pintó La jungla.// A juicio de Carl Jung mi isla segregaba un cálido surrealismo.// Quintín Banderas fue macheteado por su otrora ayudante// y ahora su busto se exhibe en el barrio de Cayo Hueso,// en un parque donde de niño jugué a los escondidos.// A los cuarenta y dos años mi salud sigue siendo un misterio// y las utopías una pesada carga que arrastro con astucia.// Mi primer amor fue mutilado por un acto sutil de racismo.// Ella era blanca y se llamaba Kenia, como el país del este// africano.
Ahí está un clásico de la música cubana como Bésame mucho, la referencia atinada al cuadro La jungla, de Wifredo Lam, al general cubano Quintín Banderas traicionado por las personas en quienes confió y, en especial, la crítica hiriente a un amor que pudo ser, pero que no fue porque ella, Kenia, era blanca. Resulta interesante cómo Lara juega con las visiones individuales de tres hombres de piel oscura: Lam, el general Banderas y él mismo.
Si bien «la isla» se alza como leitmotiv en su obra, La Habana y su infancia lo construyen también, y lo enriquecen. La Habana marcará pauta en su poesía como capital de la isla. Los tópicos que giran en torno a la isla, generalmente son recreados con mayor frecuencia por autores desde la diáspora, por ello resulta seductor las variadas retóricas que logra el maestro imprimirle a este signo indeleble.
Lo intercultural e intertextual, en ¨Trece cebras bajo la llovizna¨ no solo asoma en las evidentes referencias y notas al pie, sino en la primera frontera rota, la isla, «con la maldita circunstancia del agua por todas partes». Es evidente que para el autor de estos versos la isla es más que Cuba. En varios versos alude a otras; la de Japón: «(…) Dice que huyó de Japón porque no soporta las islas (…)»; otra sin nombre: «(…) A juicio de Carl Jung mi isla segregaba un cálido surrealismo»; o la de Lesbos: «(…) se expande como la leche agria y en la isla de Lesbos// un extraño temblor sacude sus 1.630 km de superficie». Lo simbólico late y subyace una intensión de romper las acordadas convenciones para crear nuevas simbologías. En su leitmotiv rompe con el esquema establecido de lo paradisíaco de las islas y viaja desde Cuba hasta otras del globo y de sus literaturas; insiste en la inestabilidad de esa pequeña porción de tierra en el inmenso mar. Lara ha propuesto en sus versos una mirada poética a varios de los debates de la teoría literaria contemporánea.
No puede decirse que sea este un libro posible de dividir en secciones argumentales, pero sí es clara la presencia de la mujer como ente genérico en el impulso inicial del poemario; por ello pudiera bastarnos citar los nombres de Pina Bausch, Yanet, Julie, Dánae, Esther, Tifanhy, Safo, Sofía, Eva, Virginia Wolf, Giselle, Alicia, y hasta una mujer sin nombre que pudieran ser todas las mujeres que amó y lo amaron: «Idealizar a una mujer me hace sentir //La sed y el hambre de una manera distinta». O en esta otra sucesión de versos: «En las llagas del poeta retoza una muchacha. // Él jura que sangra; ella que la herida no existe».
La reiteración de lo femenino y de la diversidad de su imagen ha hecho que Lara escriba uno de los textos más logrados de este poemario. Me refiero a ¨La egipcia de los gatos¨. Aquí laten las vivencias personales de este autor y su respeto a una sabiduría milenaria que no desdice símbolos que definen a toda mujer: de ahí el vocablo gato, las imágenes flor de anís y leche fresca y en especial la antitética construcción donde vincula alérgica y hombres.
Todo el caudal poético y cultural que emana de estos versos ha propiciado esculpir ciertas conjeturas, fundamentadas, acerca de los modos escriturales del maestro. Y, sin miedo de pecar de sensible, me atrevo a afirmar que bien puede ubicarse desde una visión estética, la poesía de Jesús Lara Sotelo, en la hornada de los novísimos. Insiste en la defensa de una voz lírica, sólida, y lúcida. Pareciera que el escritor quiere decirnos que no olvida las lecturas hechas a la poesía del Boom latinoamericano, en especial la de Roberto Fernández Retamar y Luis Rogelio Nogueras. Bienvenido sea su poemario al Olimpo actual de la lírica cubana.