Por. José antonio rodríguez.
Maraña de bosques en que el artista impulsa sus pincelazos desde el cerebro y el corazón, pues solo media la propia vida para expresar cosas que marcan las vivencias personales del pintor y el mundo de lo subjetivo se complementa con lo objetivo. Aparte de un sutil nivel de sugerencia del que no escapa el subconsciente y esto también es parte de la técnica. Así es. Aunque resulte contradictorio.
Jesús Lara Sotelo es un pintor de temperamento, de esos que se deja¨ esclavizar por su obra porque le gusta que sea así y que cuando entra en una etapa de ¨¨inspiración¨¨ como lo llaman algunos, o de trance como le dicen otros, aquella mano de artista pintor, no se detiene durante días, pues Lara en esos días solo pinta, pinta y pinta, como legitimo artista que es. Y nosotros los no pintores, aunque también artistas de trabajar con el corazón, con el resto de la población podremos disfrutar de este bien cultural que es su obra, de sus símbolos agresivos, de sus pasiones y hasta sueños propios, de aquel sentimiento mágico y poético que emana de la obra pletórica, reflejadora de contradicciones y singulares e irreversibles pasiones.
Su obra es solo comparable a la inevitable precipitación de un caudaloso rió que corre hacia un gran salto.
Cuando la obra de un pintor esta lograda, tiene el valor de la plurivalencia, llegando a la gran mayoría y lo que es muy singular, a veces con valores y significados muy diferentes, aunque todos validos…
Allí nada está previsto si no es por la pura sensibilidad e imaginación del pintor poeta. No hay cabida en esta obra ni siquiera para una crítica tecnicista pues la idea abarca mucho más. Se trata de una intención plástica de utilizar variantes de técnicas y estilos o tendencias pictóricas para abarcar una idea totalmente homogénea: “Reflejar los sentimientos más íntimos del ser humano”.
La Habana, y noviembre de 2006