por: Madeleine Sautié Reyes
Lina de Feria y Jesús Lara Sotelo acaban de firmar un nuevo pacto con el arte. Aparecer en un mismo libro mostrando sus más recientes entregas literarias los emparienta para siempre, aun cuando las mutuas afinidades tuvieron un capítulo previo a la elaboración del título Lina de Feria y Jesús Lara Sotelo. A dos manos, que ve la luz con el sello editorial Colección Sur y acaba de ser presentado en la sala Villena de la UNEAC.
Aún le duraba a la autora de Casa que no existía la emoción que le provocara una de las obras del reconocido artista de la plástica, que vio por televisión, cuando recibió una inesperada llamada telefónica. «Me quedé impactada con un cuadro tuyo y hoy me estás llamando». Entonces supo una vez más que su intuición estaba en sintonía con los próximos sucesos. Nació la alianza y aquí está el libro.
Prologado por los poetas y ensayistas Jesús David Curbelo y Alberto Marrero, con los respectivos textos ¨Del precario equilibrio y otras consideraciones¨ y ¨Afinidades y rebeldías¨, la presente entrega permite la fusión ocasional de la obra de dos grandes creadores: ella, una de las más descollantes voces de la lírica cubana actual; él, uno de los baluartes de la plástica en la Isla, quien además consigue, desde hace mucho tiempo, expresarse por medio de la poesía escrita.
Este es un poemario sobre el conocimiento del mundo, dice Curbelo, y sobre los seres que son esos sujetos líricos que encarnan a sus autores. Y lo es, apunta, «sobre la angustia de existir, de conocer el ahora, el efímero instante de la cópula con el Ser». Un libro sobre el crecimiento visto a través del dolor, del duro aprendizaje que va de la infancia a la senectud y a la muerte que se articula a partir de vivencias reales, experimentos y muchos fracasos en todos los frentes.
¨Extraña rosa¨ es el título bajo el que se agrupan aquí los poemas de Lina. Sobre su escritura advierte Marrero que a los 70 años es dueña de un fresco discurso «con alma, carne, huesos, paisajes desolados, reflexiones amargas, metáforas audaces y a veces vítores de una fugaz alegría».
En Lara Sotelo —que nombra su manojo de textos ¨La noche del árbol quemado¨— reconoce Marrero un amplio ecumenismo temático e ideoestético, que lo acerca a la más joven literatura cubana actual, y lo concibe como un creador que parece desafiar los límites de su propia capacidad a la vez que se erige a favor de lo que considera paralizador y dogmático, peculiaridad que, a su juicio, lo sitúa fuera de toda etiqueta.
Otra de las ganancias del libro es la recíproca disertación que han concebido cada uno de los autores respecto al arte del otro: «Jesús Lara inventa mundos, para la más profunda observación de la belleza», escribe Lina; por su parte Lara Sotelo asegura: «en ella el crudo arrecife termina por vestirse de algas como símbolo de resistencia a lo difícil, a lo inclemente, dotándola de permanencia y vitalidad».
Más adelante hablan los poemas. «Hay algo en mí que resulta extraordinario/ y estoy obligado a desear que ese algo exista a cualquier precio», esgrime Lara Sotelo.
Lina apuesta por el humanismo sin temor a derrocharlo: «Alargaré los dedos/ sobre la ventana de los días/ y querré el mundo más humano/ como una personificación/ cuyo sentimiento/ no permite drogarse al hombre/ porque lo que medita/ arrasa con la estupidez de los vacíos».