por: Lina de Feria
La extremada unción poética de Lebensraum, de Jesús Lara Sotelo, está dirigida a una alerta contemporánea. La realidad que cuando James Joyce irrumpe en el arte de los libros lo haría de tal forma que aún hoy día resulta insuperable.
La aparición de Lebensraum en la contemporaneidad habla del esfuerzo síquico de un meditador cuyas conclusiones poéticas aparecen armadas de una dinamita especial que da lustre a la literatura cubana. El desasosiego se hace coherente y su redacción contrastada halla el inmenso poder de fabulación que pone Lebensraum, haciéndolo tan propio que los significantes emanan con la fluencia de un poeta cuyo espacio vital está circunscripto a historias míticas continuas.
Lo referencial es quizás, producto de su formación y estudio. Pero el sesgo de lo moderno en Lara se hace infinidad marcada por saltos hidráulicos en los que su hábitat filosófico convierte el mito en continua sorpresa.
La imaginación es contundente. Realiza una especie de sistema literario en el que se hace tangible ya no la apreciación fortuita, sino que, sin intención de buscar fracturas impuestas al lenguaje, su orilla es la de una ficción trascendente.
Le cabe a Lebensraum, que llega en el momento en que un arte en crisis retoma la sobriedad y el comedimiento, adquirir jerarquía verdadera.
El ser humano como eje en sus elaboraciones convierte el libro en algo elocuente, porque la velocidad dramática de los mitos siempre nos enfrenta al dilema humano.
Es ácida y tremenda su captación de los humanos que nos rodean, pero siempre todo está bien elegido y, sin dudas, lo proyecta al lector, creando redondez en cada pieza literaria, lo que hace la lectura inolvidable.
Entre los méritos de Lara está su afán de perfección, como también es pintor, su signo profesional lo obliga a calar, ajeno a toda superficie, y en ello radica quizás su tipo de éxito, que, como brasa de ardiente comunicación extrae del estatismo y la apatía a la época toda, que acabará agradeciéndole siempre Lebensraum.