por: Dulce María Sotolongo Carrington
¿Cuántos poemarios se publican en Cuba año tras año tras años, el país que logró aplatanar a la décima a decir del Indio Naborí? El país donde su Héroe Nacional es un excelente poeta. El país donde Dulce María Loynaz escribió su novela lírica Jardín, y donde Lezama Lima condensó sus postulados poéticos en Paradiso, máximo exponente de la narrativa cubana, ¡hasta Alejo Carpentier escribía versos! No vamos a mencionar la lista interminable de poetas que ha dado esta tierra, desde que el canario Silvestre de Balboa escribiera en versos Espejo de Paciencia hasta el Poeta Nacional, Nicolás Guillén.
En los últimos años, son pocas las voces que logran sobresalir en el discurso poético en la isla, se ha hecho reiterativo, se puede escoger poemas de un libro al azar y tal parece que un único y solitario autor se ha adueñado del universo lírico. La antipoesía gana espacios disfrazada de modernidad cuando lo que falta es talento.
Domos magicvs es un libro escrito por un poeta y digo poeta porque hace poesía, aunque esta afirmación parezca infantil. Es un libro barroco, heredero de lo mejor de la lírica española, sobre todo de Góngora, por el virtuosismo y elegancia de la imagen, por el símil, por ende también es heredero de Lezama, pero solo heredero y no un imitador, porque en el libro de Lara la imagen nace del dolor y no se subordina a la palabra, las imágenes no suman, se multiplican, se dividen en un caos con orden que se sostiene gracias a la honestidad y cultura del autor.
En los poemas de Lara el español se robustece. Toma la energía de tiempos arcaicos, algunas de las mal llamadas «malas palabras» recuperan su inocencia original cuando la poesía salvaba al hombre de la indecencia. Él precisa del adjetivo, no para arrugarlo —parodiando a Carpentier—, sino para expandir la imagen, multiplicarla, darle esa tonalidad como solo pueden hacer los pintores.
Como afirma el poeta: «No hay juego de verbo sino eficacia del pensamiento». Imposible imaginar la poesía de Lara sin el aforismo, que responde más a la acepción de adagio, suele ser lenta, densa, meditativa. Llega como una canción antigua, un salmo, tributo a los grandes como Leo Brouwer y Silvio Rodríguez.
Apenas hay lugar para la luna porque hay mucho sol, sol del trópico, sol de África que quema la piel y el alma, pero también ennoblece. El sol con el que quería morir Martí en la frente sin Patria, pero sin amo, porque Lara no teme, pero tampoco es verdugo. Es un hombre que detesta el hipócrita silencio que nos hace cómplices no desde la sumisión sino desde el libre albedrío.