por: Francisco López Sacha
Estimados amigos y amigas, lanzar un libro es poner en circulación un planeta nuevo que entra a nuestra orbita mental, a nuestra orbita espiritual; este libro de Lara Mitología del extremo me da la sensación de que es como lanzar una piedra en un estanque: si se lanza con fuerza como creo que está lanzado, produce más de cincuenta ondas concéntricas. El lector va a acercarse a este libro, o debiera acercarse a este libro para poder coger alguna de esas ondas puesto que son muy rápidas, múltiples, crecen, se expanden y creo que esa es la virtud que Rufo Caballero encontró esencialmente en la organización de Mitología del extremo cuando seleccionó 764 aforismos, sentencias, observaciones, certezas que eran cada uno ondas concéntricas que se ampliaban en el estanque del conocimiento.
Es asombroso que un género como este vuelva a revivir, no solo en Cuba donde tuvo grandes cultores sino, incluso, en nuestra lengua. Dicho género nació fundamentalmente de la filosofía del cinismo, de la filosofía epicureísta, de la filosofía estoica, de los últimos grandes remanentes de las escuelas griegas que fueron adoptadas en Roma por Marco Aurelio y por Séneca y es un género que delimitaba un campo de pensamiento y de interrelación con el lector en un momento en el que el libro no era todavía un objeto, en un momento en el que se leía en voz alta, en un momento en que el lector disfrutaba del comise y de la conversación; por lo tanto, a este género se le pide concisión y observación trascendente. Es un rasgo similar al de haiku en la poesía; este es el haiku occidental en pleno sentido del término pues nace en los albores de la era cristiana y todo el mundo sabe que el cristianismo asume elementos del estoicismo sobre todo de esa filosofía, junto a los valores hebreos que toma de la Biblia. En gran medida esta es una literatura de pensamiento, así la siente Séneca y así la siente Marco Aurelio.
Marco Aurelio llegó a decir en su libro fundamental[1]: «vive cada día de tu vida como si vivieras en una montaña» y ¿qué significa vivir en una montaña en esa época del imperio romano? Significa vivir sin agua, sin esclavos, vivir con tu esfuerzo y con tu propia capacidad para enfrentar la vida; por lo tanto, aquí hay una relación de parentesco entre filosofías. Esta filosofía de las últimas escuelas griegas, literatura y escritura y al mismo tiempo pensamiento, observación, llegó al Medioevo y a Europa, luego se expandió hasta el siglo xviii prácticamente y se empató con la Fábula, lo que llamábamos la conseja, que es un término medieval español que viene de la tradición narrativa hispánica donde se encuentra, precisamente, un elemento cifrado para la comprensión de este género: que todos los cuentos debían terminar en una misma línea, en una observación, en una sentencia, en una moraleja o incluso, en un aforismo. Esto fue lo que todavía contuvo al género dentro de una marca de selección para el lector.
Cuando el libro se hizo patente en la cultura occidental, después de 1455, cuando los grandes esfuerzos de Gutenberg llevaron el libro y lo convirtieron en el gran vehículo cultural de esa época —y todavía de nuestra época—, desdichadamente después ya no volvió a ocurrir; triunfó el tratado para la filosofía, para la ciencia, triunfó ese género chiquitico llamado ensayo y creado por Michel de Montaigne, triunfó el cuento después del Decamerón y triunfo la novela después del Quijote, y ¿qué le ocurrió al aforismo? Se quedó sin mercado, no sin lectores, y aquí empezó una batalla diferente de la cual, al menos Lara es consciente hoy.
La batalla que el aforismo libró en el mundo académico y pedagógico cubano de los orígenes de nuestra primera comunidad intelectual: José de la Luz y Caballero, Félix Varela que trabajaron conscientemente el aforismo como una manera de penetrar rápidamente en la mente del estudiante, descifrar y grabar en ella principios esenciales de conducta, cuando todavía ese género ya no tenía mercado pero sí tenía lectores, sí tenía personas que lo disfrutaban, que lo mantenían vivo, fue una pelea que se mantuvo todo el siglo xix solo que ahora los aforismos salían de las páginas de los textos; nosotros no leemos aforismos de José Martí, leemos textos de José Martí de donde extraemos ideas, criterios, certezas que nos parecen aforismos, pero no están construidas como tales, simplemente tienen la construcción, la condición precisa y golpeante de un haiku y por eso lo recibimos así, pero ya para la generación de Martí los géneros estaban cifrados en la poesía, en el documento histórico, en el testimonio y en la documentación política de la época.
Es importante y quiero sacar a colación la observación de Ignacio Aldecoa cuando dice que España creó el cuento como género universal y ahora no tiene cuentistas; Aldecoa dice: «¡qué bueno!, porque de esa manera el cuento no entra en las reglas del mercado y puede seguir evolucionando, transformándose sin tomar en cuenta las luchas intestinas por colocarse en el hit parade del comercio». Aldecoa tiene razón y le aplico este principio a Jesús Lara, quien está trabajando un género sabiendo claramente que es un género que perdió el mercado en la historia, pero que es un género necesario y fundamental para comprender al ser humano y tiene que trabajarlo desde esa óptica para tratar de gobernar el pensamiento y de canalizar ideas que de otra manera sería muy engorroso, porque tendríamos que leer enormes tratados para llegar a comprender determinadas verdades.
Los 764 aforismos que Rufo Caballero eligió, a mi juicio, trabajan prácticamente tres grandes zonas que son por las que se mueve Mitología del extremo: aforismos que tratan de la antología del ser, que son esencialmente los que dieron origen al género. En la página 39 aparece «quien forja su espíritu pone precio a su cabeza» ustedes recordarán aquel poema de José Martí cuando decía: «…aquel que lleva luz se queda solo…» pues bien, quien forja su espíritu pone precio a su cabeza, ya lo sabemos, forjar el espíritu significa enfrentarse a todo lo demás y todo lo demás va en contra tuya y por lo tanto estas en peligro. En la página 47 «lo que la fe consolida el temor no lo desintegra» está en la misma cuerda del aforismo cristiano y de los criterios estoicos con los que el cristianismo pudo resistir la primera avalancha en su contra, que duró más de cuatro siglos. En la página 70 en esta misma línea él dice «en algunas circunstancias la acción y la falta de acción son idénticas, decir a tiempo sana, el silencio también derrota» y en la página 72 dice «el precio de conocerse es comenzar a corregirse» aquí hay una línea ética muy clara partiendo del estoicismo y partiendo de la principal virtud del hombre, está ya inscrita en el templo del oráculo de Delfos ¨Conócete a ti mismo…¨ que puede ser el primer aforismo de la cultura griega y el conócete a ti mismo implica una posición ante el ser, es una posición que revela la virtud y que revela la osadía y la necesidad del cambio a lo cual Jesús Lara le dedica muchos aforismos.
Hay un aforismo político que es la otra parte que no quiero pasar por alto «que la revolución no se detenga sino es para consumar la integridad de derechos y la necesidad confesa de la humanidad de hacerse unánime en cada hombre»: ojalá, ojalá fuera ese el apotegma que guiara los principios revolucionarios contemporáneos; y en la página 123, ya al final del libro, Lara dice «esperen lo inesperado» con lo cual también nos está abriendo una puerta al conocimiento, a la virtud, una puerta a lo desconocido y al fin y al cabo es una incitación para Mitología del extremo.
Este es un libro que no se lee de corrido, este es un libro que se lee como se toma una taza de chocolate hirviendo, es decir, sorbo a sorbo, despacio, línea a línea, oración por oración y si es posible, se relee, porque no está construido para conocer el destino o el final de una historia, sino para labrar en nuestra conciencia un pensamiento de afinidad, y para lograr un pensamiento de afinidad, es necesaria una lectura profunda. Busquemos entonces esta posibilidad que, en principio, agradecemos a Lara y a Rufo Caballero, a quien todos los días recuerdo, y no es algo que estoy diciendo en vano, Rufo sabe que es verdad. Todo lo que lo extraño no solo por su audacia o por su capacidad, sino por su honestidad intelectual, entonces vamos a agradecerle a Jesús Lara también este libro.
[1] Se refiere al libro Meditaciones, escrito por el emperador romano Marco Aurelio, entre las campañas de los años 170 y 180 a.C. (N. del E.)