Sobre Causas pendientes
Por: Alberto Marrero
Foto: GBlaskyStudio
Una vez más el juego de la antropofagia, la certeza de que no hay certezas, la insumisión. Apunto estos rasgos de la poética de Jesús Lara Sotelo a sabiendas de que son incompletos. Penetrar los entresijos de la poesía es casi un acto que nos rebasa. Yo que me muevo en esa zona de ingravidez, entreveo que cualquier exégesis solo atiza el desconcierto. Pero supongamos que aterrizo y doy en el centro de la diana o cercana a ella. Cuando digo antropofagia no lo hago en el sentido literal de la palabra, sino pensando en la capacidad de Lara para extraer imágenes extraordinarias de sus vísceras, de su propia carne que parece masticar sin pudor. ¿Poesía confesional? ¿Poesía que, como ciertas criaturas, se alimentan de su cuerpo en tiempos de hambruna? Tal vez.
Cuando menciono la ausencia de certezas huele a tópico, pero ojo: puede llevarnos a otras maneras de entender el valor de la incertidumbre; por tanto, deja de ser un lugar común. La insumisión es quizás el rostro más perentorio de la obra poética de este autor. Un rostro que se rebela contra las obediencias y las falsas ordenanzas.
Causas pendientes es un término de la jurisprudencia del que Lara se apropia para hablarnos de asuntos con los cuales se siente en deuda. Quizás el poema más revelador del conjunto sea Sobre la plenitud, donde expresa: Nada es completo. El amor nunca transformó completamente el mundo.
Libro breve, preciso, con intensidad y lucidez arrolladoras. Cualquier lector sagaz podrá notar que detrás de la ironía o el desgarramiento hay una voz que conoce el oficio del verso y, sobre todo, que no miente.
Los hombres que llevo dentro
Hoy he quemado a los hombres que llevo dentro para quedarme a solas (¿hacía falta?). Todavía me divierte el humo de sus gritos, el perfume de la piel chamuscada. ¿Dónde naufraga la humanidad? ¿Cuáles son sus artificios, sus coordenadas locas? Ya es demasiado común echar raíces con el alma llena de horrores. Con los harapos del desprecio rellené un maniquí para no despertar vacío. El vacío es más devastador que la culpa. Bajo una noche tumefacta agredir parece lícito, tan necesario o al menos políticamente correcto. Por desgracia (o dicha) los que se agrisan con el escupitajo me devuelven una indigestión planetaria. Los restos de muchos hombres son tan primordiales como los indigentes para los magnates. A veces las encuestas me resultan tan atractivas como los somníferos. ¿Qué nos dan los gobiernos en las olimpiadas? A veces se me va la mano y el ruido de la televisión no mitiga las desapariciones. Abro Facebook como un cirujano que corta cadáveres que nadie reclama. La soledad me divierte, pero ¿valía la pena quemar a los hombres que soy, a todos los que he sido y seré para quedarme simplemente a solas?
La vastedad
Ella tiñe su pelo con cenizas de árboles. Un laberinto puede ser otoñal o varias cosas más cuando miramos el vacío con ilusión. O bien el pasado se acorta y al final es una línea imperceptible. Mira tus manos y comprenderás que has tocado el infinito. Tus ojos también lo han visto, aunque no te des cuenta. No dudes de lo inmaterial. Este árbol que han convertido en pavesas todavía sirve para pintarrajear tu pelo. Yo soy la vastedad.
Esta es mi historia
Esta es mi historia: un juego incesante de matices, cuerpos de mujeres apetecidas, etapas de torcido alcohol, recuperación y luego otras maneras de aprehender el vértigo. Lo que pudo ser sangre por suerte terminó siendo un agua tan potable como la cara de mi hija al amanecer. Los que atizaron el odio contra mis lienzos terminaron burlados por el viento que ellos generaban. Esta también es mi historia: una mente salvada y la costumbre de dejar por escrito todo lo que me pasa, en grado mínimo, para no levantar sospechas.
Velocidad
¿No creen que la velocidad nos esté anulando? A veces me gustaría avanzar una temporada de espaldas. La percepción agitada puede hundirnos en un drama sin salida. En cierta ocasión pregunté a qué velocidad marchábamos y muchos pensaron que había enloquecido. Los jardines de mi calle están quemados por el mar que invade con frecuencia. Todo parece inclinarse hacia la desembocadura del crepúsculo. Las oraciones ya no se escuchan por la celeridad con que se expresan a cualquier hora del día. Ningún acto de fe logra la calma. ¿No creen que todo se haya vuelto demasiado rápido y que convenga a veces caminar de espaldas?
Gris
El gris es el primer tono que percibimos al nacer. Durante muchos días vivimos en el gris. Nuestros sueños aparecen en medio de una bruma grisácea. Dicen que en el mundo cromático el hombre es gris. Los pintores del Medioevo pintaron a Jesús con un manto gris durante el juicio final. Es el color de la niebla, la ceniza y la melancolía. La grisura de la realidad es como un tiempo a medias.
Resfriados
El miedo es hábil como un resfriado: el fluido de la nariz se confunde con el rocío que moja el pasto. Soy fértil en ciertas estaciones (no es la primera vez que lo proclamo). Soy un sobreviviente de pequeños motines y ejecuciones silenciosas. Ascender con la nariz tupida a un reino tumefacto no resulta fácil, pero tampoco carente de encanto. En ciertas estaciones del año el miedo me da por jugar, aunque termine resfriado sobre el pasto húmedo de mis sueños.
Causas pendientes
Tengo causas pendientes. Los gemidos del viento, por ejemplo, la pereza de un siglo, el acre sabor de la vanidad, las ropas heladas por el rocío de la noche. Tengo otras causas como un huerto olvidado, el miedo a pisar una calle y el miedo a reconocerme sentado en una cervecera de La Habana o de Dublín, las caras inesperadas que se fugan sin dejar rastros, el calor de una palabra, el vicio de asesinar, el poder del poder, la fuerza penetrante de una gota de agua. Cuando todos descansan, yo pienso en mis causas pendientes. Los hombres vivimos y morimos con un montón de cosas pendientes. Lo inconcluso parece ser nuestro signo. El viento huye de mí como si lo supiera. El viento que lo cambia todo en ciertas horas cruciales.
Mi sombra
Me anticipo a dolorosas renuncias. Cuando pago casi siempre dejo propinas, pero jamás mi sombra. Aunque parezca ilógico, cuido de mi sombra más que de mi cuerpo. ¿Qué sería de un hombre sin su sombra? En Facebook he colgado varios textos sobre el tema y alguien me dicho que revivo viejas y superadas polémicas. Es posible, más yo insisto en no regalar mi sombra
Sobre la plenitud
Nada es completo. El amor nunca transformó completamente el mundo. Las evidencias reclaman más evidencias. Faltan detalles en todos los juicios del hombre. Yo he completado miles de crucigramas y a veces carezco de palabras para describir lo que veo en el espejo cuando me afeito. Estuve un largo periodo sin afeitarme para no ver mi imagen incompleta. Luego volví a hacerlo al comprender que el fracaso no era total y que algo latía en mis párpados como un extraño tic nervioso.